miércoles, 7 de julio de 2010

Rodolfo Torre

TANGENTE
Por Oscar Díaz Salazar

Dedicada con respeto a Daniel

Lo conocí en su despacho del 20 Hidalgo, cuando presidía el Comité Directivo Municipal del PRI en la capital del estado. Un amigo mutuo me citó en el edificio en ruinas - en ese tiempo - para presentarme a su jefe y amigo de la escuela preparatoria.

En ese primer encuentro, entre andamios, tabiques y botes con mezcla, pactamos una entrevista en su consultorio privado, para plasmarla en un escrito que yo enviaría a la redacción del periódico vespertino que en esa época publicaba mis columnas.

Un domingo a las 9 de la mañana, con puntualidad inglesa, me recibió en la casa donde atendía a sus pacientes y, una hora después lo supe, donde también recibía a sus seguidoras, que ya en ese tiempo sumaban centenares.

Al concluir la conversación, que por cierto en ningún momento apresuró, me acompañó hasta la puerta de salida en donde vi con sorpresa que ya lo esperaban unas 30 señoras, que había convocado para repartir las tareas partidistas de la semana y convivir con ellas.

A partir de ese fin de semana, fueron varias las ocasiones en las que regresé a sonsacar a mi cuate, y en las que invariablemente me llevaba a saludar al Doctor… no era difícil verlo en esa época, su equipo de trabajo se limitaba a media docena de entusiastas colaboradores, que le daban orden a la participación voluntaria de las decenas de activistas que fueron engrosando las filas del rodolfismo.

Me sorprendió verlo en campaña, fuera de los tiempos que los códigos electorales indican como temporada de campaña. La campaña permanente, que es una situación ideal para cualquier organización, mayormente para los partidos políticos, fue una realidad en el PRI victorense cuando lo encabezó Rodolfo Torre.

Fui testigo del éxito de los talleres de costura, en los que las abuelas de la capital se entretenían conviviendo en franca camaradería con señoras que compartían intereses y pertenencia generacional.

Supe de la exitosa iniciativa para vender al costo, y también entregar en forma gratuita, millares de cuadernos, que mi amigo personalmente se encargó de comprar en McAllen, importar legalmente y transportar al centro del estado, para aligerar la carga económica de las familias victorenses en la temporada de inicio del ciclo escolar.

Supe también de su capacidad para entusiasmar a sus amigos y enrolarlos en el trabajo social y político que implementó a su paso por el PRI municipal. Uno de sus amigos, empresario exitoso del ramo mueblero, le regaló cientos de colchones que a su vez obsequió Rodolfo en los eventos del partido, en las colonias populares de Victoria.

Lo acompañe a la colonia mas alejada de la ciudad, una comunidad semiurbana montada en el cerro, a la que acudió para festejar a los chamacos que por decenas se juntaron para romper una piñata, para dar cuenta de una tamaliza, recibir una bolsa de dulces y un pequeño obsequio.

En esa gira por la periferia de Victoria, conocí a varios de los “pirrurris” que con el tiempo ocuparon importantes cargos administrativos en el gobierno del estado…

Al paso del tiempo lo felicite por la restauración del edificio del PRI municipal, un recinto que había conocido años antes cuando fue sede de la Secretaria de Elecciones del PRI estatal.

Aunque nuestros intereses se fueron por caminos distintos, en ocasiones hasta encontrados, cada vez que coincidíamos nos saludábamos con un afecto sincero, sustentado en la gran amistad que ambos tenemos con Daniel.

El se la jugó con Eugenio Hernández y yo formé parte del equipo de prensa de Oscar Luebbert. El fue diputado local y Secretario de Salud y yo acepte la invitación a dejar el oficio periodístico y trabajar en la administración municipal panista de Reynosa.

Al paso de los años acudí a su despacho de Secretario de Salud para agradecer las atenciones que le brindaron a un familiar accidentado en la carretera, atendido con esmero por tratarse de un paciente recomendado por el amigo del Secretario y a nombre del Jefe.

Tras los saludos de rigor, me preguntó si seguía trabajando en el municipio y con el PAN. Mi respuesta fue que ya no estaba en el municipio porque había concluido el trienio y ahora gobernaban los priistas, y agregué que yo trabajaba con quien me invitaba y ustedes no me han invitado… “te vamos a invitar Oscar”, fue lo que me dijo, y cambio el tema de conversación.

Su disciplina, lealtad, trabajo, talento y muchas otras virtudes que seria ocioso repetir para los que lo trataron, y de mal gusto para los que piensan que la muerte no hace mejores a las personas, o mejor dicho a su recuerdo, lo llevaron a ser el candidato del PRI a la gubernatura del estado de Tamaulipas.

Tres semanas atrás, me invitó Daniel al mitin de Rodolfo con los Amigos de la salud de la ciudad de Matamoros. Nos colocamos a la entrada del gimnasio multidisciplinario de la UAT con la intención de saludarlo a su llegada. Mientras esperábamos el arribo del Doctor, tuvimos tiempo de ver los spots que transmitían en la pantalla gigante instalada en el acceso principal del lugar. Observando el video que reseña la vida de Rodolfo Torre, Daniel me mostró con emoción y orgullo una fotografía en blanco y negro de cuatro adolescentes sonrientes y despreocupados, cuatro estudiantes del colegio Lassalle. En la grafica, a la diestra del muchacho regordete y de pelo abundante que con el tiempo llego a ser Doctor, aparece Daniel Guerrero, el amigo que me mostró la faceta humana, personal, familiar del personaje que estaba llamado a ser el próximo Gobernador de Tamaulipas.

Esa misma tarde en la que por última vez estreche la mano de Rodolfo Torre, nos fuimos al departamento del condiscípulo preparatoriano del candidato, para festejar con las cervezas de rigor el éxito del evento y en general de la campaña a Gobernador.

Recuerdo perfectamente, y el recuerdo me inquieta, me incomoda, me duele, que les comenté a los amigos del candidato sobre un incidente en la colonia Jarachina Sur de Reynosa.

Una semana antes de esta conversación, el candidato visitó una de las colonias mas pobladas de Reynosa. En el fraccionamiento donde se ubica el Instituto Tecnológico de Reynosa, le programaron al Doctor un recorrido casa por casa para saludar a los colonos que en algún tiempo le dieron el voto en forma mayoritaria al Partido Acción Nacional.

Fue un instante, un momento, un descuido, un lapsus de guardias, secretarios, comitiva, fotógrafos, camarógrafos, anfitriones, dirigentes partidistas y miembros del staff, que dejaron solo al candidato, cuando atendió el llamado de una vecina que a mas de sesenta metros le pidió a señas a Rodolfo, que acudiera a saludarla.

Aproveché la crónica de este incidente para sugerirles a los amigos del candidato que hablaran con él, que le dijeran que no abandonara el perímetro en el que lo resguardaban, que no anduviera improvisando, que no se pusiera en riesgo.

Agregue, bien lo recuerdo, que el Doctor podría hacer un examen de conciencia y llegar a la conclusión de que ha nadie había ofendido, que no había perjudicado deliberadamente a persona alguna, mas a mi juicio eso no importaba, pues lo que ahora representaba Rodolfo Torre Cantu era muy importante, trascendente y era mucho lo que estaba en juego.

Con los ojos nublados y el temor reflejado en el rostro, mi amigo me dio la razón… y el tiempo me dio la razón.

Reynosa, Tamaulipas a 1 de julio de 2010

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