Por Oscar Díaz Salazar
Repleto lució el salón Polyforum de Ciudad Victoria, el pasado miércoles 8 de diciembre, fecha en la que se reunió la clase política priista de Tamaulipas, para escuchar el sexto y ultimo informe de actividades del gobernador Eugenio Javier Hernández Flores.
Varios miles de priistas tamaulipecos, acudieron al sitio ubicado en el Parque Bicentenario, flamante complejo inmobiliario que incluye el recinto del Congreso estatal, la sede del Archivo del Estado y la torre de oficinas gubernamentales.
Los cuadros del PRI, de todos los rincones del estado, se vistieron con sus mejores prendas para despedir al que ha sido jefe de su partido en los seis años anteriores.
Observamos, en esa ceremonia posterior al acto jurídico de entregar el informe que guarda la administración publica estatal, celebrado días antes en el Congreso del estado, a miles de priistas que se hicieron presentes para ver y ser vistos, para saludar y dejarse saludar, para atestiguar el recuento de lo hecho en un sexenio.
Observando a detalle la vestimenta que lucieron los asistentes, que sin lugar a dudas integran el grupo que denominan los cuadros distinguidos del PRI o la clase política tricolor, destacamos que, salvo algunos despistados que llegaron con atuendo campirano o con la informalidad de la mezclilla, la mayoría lució su mejor traje, el menos pior de sus tacuches.
En toda la gama de colores y abarcando todos los tonos, desde el negro mas intenso, hasta el blanco mas claro, pasando por los ocres, grises, beiges, azules y verdes. La corbata fue la prenda con los colores más atrevidos, mas sofisticados: rosas, morados, fiuchas, verde limón, púrpura, naranja, etc.
En cualquiera de los materiales empleados por la industria textil: Lanas, casimires, corduroy, algodón, nylon y lino.
Confeccionados con telas de todos los rincones de la tierra: desde las clásicas y muy apreciadas telas inglesas e italianas, hasta las que se fabrican en Puebla y Tlaxcala, pasando por los tejidos gringos y los hechos en China.
Cortados (y cosidos) en cualquier parte del mundo: desde los hechos a la medida en los centenarios talleres del centro histórico de la Ciudad de México, hasta los que se producen en serie en las fabricas asiáticas o del mismo DF, bajo un sistema de producción con características de un régimen de esclavitud.
Adquiridos en las tiendas más exclusivas de Nueva York, en Paris o en las ciudades italianas, así como en los malls de McAllen, Laredo o Brownsville. Comprados en oferta en los outlets de San Antonio o Mercedes o en una paca en las ciudades fronterizas. Comprado en abonos en Coppel, en oferta en Milano, con tarjeta de puntos de Soriana o en el remate de cambio de temporada en Fallas Paredes. De JcPenney, Garcia, Mens Shop, Dillards, Del Sol o con Doña Luisa la fayuquera.
Comprados para la ocasión o rentados. Adquiridos en préstamo o de larga vida, de esos que en broma se les denomina “lagrimas y risas” porque lo mismo se utilizan en bodas, bautizos y funerales.
De corte ingles o francés, de solapa grande o pequeña, de dos o tres botones, lisos o con rayas o estampados, con chaleco y sin chaleco, con camisa de botones o con mancuernillas, adornados con pins y pisacorbatas,
Acompañados de choclos, botines, botas y mocasines. Oliendo a los mas diversos perfumes, a tabaco, a nuevo, a viejo, a guardado y alcanfor. Apestando a los químicos que usan en la tintorería o a humores de su propietario.
En todas las tallas: Desde el minitoy que portaba Peña Nieto hasta el cincuenta y tantos mariachi de varios políticos tripones que parecían salidos de las páginas de los Supermachos del Maestro Rius.
Ante este abanico de texturas, colores, olores, sabores, precios, orígenes y dimensiones, entiendo que no es cierto, en su interpretación literal, lo que afirma un líder opositor que en esa ocasión vistió un traje gris Oxford, de muy buen corte y corbata naranja, naranja, en el sentido de que la clase política priista de Tamaulipas, viste de pants con elástico.
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